El diablo rojo que fuma puros
Se estrena hoy viernes “Hellboy II” de Guillermo del Toro, continuación de una de las sagas más originales del mundo cómic actual. Nada que ver con “X-men”. Nada que ver con “Los cuatro fantásticos”. Ni siquiera con “El caballero oscuro” o “Superman returns”. Esto es una película de acción con un diablo de protagonista que fuma puros, ama a los gatos y tiene una novia inflamable con la que discute a todas horas. La épica aparece, incluso el romanticismo, pero sólo de la segunda mitad para adelante, porque el tono primordial es el sarcasmo de las réplicas en boca de Ron Perlman, la cómica camaradería entre éste y su amigo Abe Sapiens y el pastiche de géneros y épocas, combinando el ocultismo nazi con la mitología estilo “El señor de los anillos”, gotas de western americano y mucha fantasía.
Siendo una secuela de la primera película, rodada ahora con mayor confianza en el director y la saga –antes muchos dudaban de su éxito– y con el colchón de “El laberinto del fauno” y sus Oscars –el trailer anunciaba un film del visionario director Guillermo del Toro–, se podía esperar que ésta fuera mucho mejor que la primera, con más acción y efectos especiales y más humor brutal, pero, ciertamente, resulta tan redonda como aquélla. Visualmente sí se ha ganado un tanto, ya que cada plano es una viñeta de rabiosa imaginación a todo color, y la acción está más dosificada en secuencias cuidadas con mimo, como el enfrentamiento con el espíritu del bosque. Pero en conjunto se trata de una continuación justa y redonda. Lo que se ha ganado por un lado se ha perdido por el otro. También resulta más aparatosa que la primera, menos fresca. Se echan de menos el carácter de serie b que poseía antes y su pretendida ligereza. Aunque todo no se puede tener.
De todas maneras, Guillermo del Toro nunca levanta una piedra si debajo no hay una moneda y su carrera sigue avanzando hacia un lugar que todavía es desconocido, porque Hollywood parece quedarle pequeño en “Hellboy II”. Está al mando de una superproducción de primera línea y se permite forzar la incorrección hasta los límites permisibles. Ahora el diablo le pega una paliza a una adorable viejecita –la apariencia terráquea de un monstruo desagradable–, se emborracha con su amigo mientras hablan de mujeres y se cuentan sus penas, se convierte en estrella de la televisión y duda más que nunca de su bando en esta batalla por la Tierra.
Y, por otro lado, ese humor gamberro y sarcástico se pone al servicio de un discurso propio que ya habíamos visto en “El laberinto del fauno”. El conflicto no es matar o no matar a los seres fantásticos que nos acechan, sino reflexionar sobre su valor en el mundo actual, sobre la belleza que atesoran y que estamos destruyendo. También hay mensaje ecologista en la película, aunque centrado en la magia de la imaginación enfrentada a la realidad de la vida. Del Toro, Jackson y Tim Burton cada vez convergen más hacia una misma apología del fantástico escapista como paraíso necesario. Sus obras no son sólo espectáculos brillantes y originales, sino armas defensivas contra la dictadura del realismo, contra la uniformidad generalizada.
“Hellboy II”, como película, lo consigue totalmente. Mundos irreales, universos paralelos, magia, ocultismo, acción, seres extraordinarios, divisiones secretas de la CIA, batallas. No puede ser mala una película con un antihéroe que fuma puros y que ronda los cincuenta años. Es entretenida como pocas. Y la sencillez de sus personajes –que recuerdan a la camaradería fordiana– facilita la profundización de los mismos, que ya son un territorio familiar que funciona con absoluta precisión.. El amor, la muerte, el destino y la responsabilidad son los temas imprescindibles que atormentan a Hellboy, como a cualquier superhéroe, por más que a éste lo que le cuesta en realidad es convivir en pareja y tragar a su nuevo jefe, que le hace la vida imposible. Luego está salvar al mundo, pero ¿de quién? ¿de los seres fantásticos o de los seres humanos?