sábado, 6 de octubre de 2012

Guerrero

Veo a un guerrero luchando, los coyotes lo han rodeado, se debate como si hubiera un monstruo mayor, parece presa de alguna alucinación, seguramente ha recibido uno de los dardos de las Sombras del Desierto, debo de ponerlo a salvo.
Me acerco, lucho contra los coyotes, el guerrero no me ve, lucha contra algo invisible, está tapado a modo tuareg por lo cual no le veo el rostro, parece un mercenario ¿qué hará aquí? ¿estaría persiguiendo al vagabundo cómo yo?.
Una vez los coyotes huyen el guerrero cae y lo pongo a salvo tras una duna, le doy agua y localizo el dardo envenenado, se lo quito y me quedo con él hasta que su respiración es normal, grita un nombre en sueños que no entiendo, su rostro no es un rostro del desierto.
Me quedo dormida y el amanecer nos sorprende, es un espectáculo grandioso, el Sol saca mil destellos de la extraña arena azul, de modo que el desierto entero parece una monstruosa joya. El guerrero comienza a despertarse, no puedo dejar que me vea, no sé si es amigo o enemigo, seguramente ya se le estará pasando el efecto de la droga, me escondo tras las dunas y observo.
Se levanta aturdido y mira el Sol naciente, parece confuso, gira sobre sí, recoge sus cosas y comienza a andar sin rumbo medio tambaleándose, pronto estará bien, aunque deberá hallar agua.
Decido seguirlo a escondidas a ver qué pasa. Si las Sombras del Desierto o algo peor deciden atacar, más valen dos espadas que una.

El guerrero me ha visto, se ha parado en seco y se ha girado, apenas me ha dado tiempo a esconderme tras las dunas, ¿cómo es posible? ¿acaso tiene ojos en la espalda?, pareciera como si algo lo hubiera alertado de mi presencia. Cuando me atrevo a mirar de nuevo, veo con espanto que corre hacia mi dirección, ¡mierda! ¡me ha visto, ya no hay ninguna duda!, es inútil seguir escondiéndome, salgo a su encuentro espada en mano y que sea lo que los dioses decreten.

¿Qué es esto?, ¿acaso no ve mi espada?, ¿por qué no desenvaina?, ¿por qué me mira así?, me inquietan sus ojos de un color azul como el desierto, hace tiempo que no se ven ojos así, en las tierras de Sol los ojos oscuros prevalecen.

- ¡Tú, mercenario, ¿qué quieres de mí?, lucha como un hombre o muere como una rata!

Él no me escucha, o no me oye, sigue recto hacia mí, ¿estará presa aun de algún delirio?... No sé qué hacer, ante la duda bajo la espada, tampoco la guardo...

No soporto la espera, corro hacia él.

Cuando estamos frente a frente ríe eufórico, abre sus manos ¿en señal de paz?, guardo mi espada pero sigo alerta, entonces lo tengo encima, farfulla algo en una lengua que no entiendo, lengua del norte parece, me.... ¿abraza??

El mercenario me abraza, hace siglos que nadie me abraza, y este desconocido, en medio de ninguna parte, me está abrazando, y lo más absurdo es que aun no esté muerto, otros por menos han perdido su cabeza, no disfruto matando pero son malos tiempos para una mujer.

Lo dejo abrazarme, me permito olvidar la guerra, mi búsqueda y dejarme abrazar ese instante, me permito incluso olvidar quien soy y las sombras que nos acechan, por lo que a mí respecta este hombre podría ser el Monstruo y sin embargo no tengo miedo.

La ausencia del miedo es extraña para mí, es como si hubiera desparecido el agujero en mi estómago.

Pero todo se rompe cuando él intenta ¿besarme? ¿qué carajo hace? ¿acaso no sabe la muerte que nos ronda?, en un rápido movimiento le pongo mi espada al cuello: -Vuelve a intentarlo mercenario y tus ojos verán tu cuerpo desde el suelo.

Él sonríe, ¡este hombre está drogado! aunque no me entienda debe entender la espada: - ¡Estamos en peligro!- le grito- ¡no hay tiempo para esas cosas!

Entonces se aparta de mí y señala mi rostro:
- Tus ojos son color desierto antiguo.

Me río, con acento claramente norteño ha dicho la frase de mi tierra, la frase de los Antiguos Hombres, los que aun recordamos en nuestras leyendas como era la tierra antes del 2012.
 

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